La anti-economía en Venezuela (II): inmediatez, falsa abundancia y centralismo

En nuestro país es extendida la idea de que los problemas pueden ser resueltos de manera instantánea eliminando las manifestaciones de los males públicos. Cada uno anda en la búsqueda de un líder y de un gobierno que le proporcione todo sin esfuerzo alguno, pero solo hay progreso si se crea riqueza y se produce de manera consensual con la participación de la mayoría y de su esfuerzo creador, de lo contrario no hay nada a repartir. La gente debe convencerse de que no es posible mejorar arrebatando a otros lo que le hace falta.

Debe existir una «alternabilidad» en el ejercicio del poder, esta es una condición necesaria en un país donde las fuentes primarias de creación de valor están en manos del Estado, cuando esto ocurre nada obliga a los gobiernos a promover el crecimiento ni el desarrollo, pues no dependen de lo que produce la sociedad sino de la circunstancia fortuita de ser administradores de las principales fuentes generadoras de ingresos. Estas autoridades no requieren un poderoso sector productivo que genere tributos ni una clase media ilustrada esencial para el desarrollo, bajo el autoritarismo estos sectores son considerados como amenaza para sus intereses. Un estado en el cual existe perpetuación en el ejercicio de gobierno requiere una masa de pobres habituados a las dádivas y una clase parásita viviendo del lado oscuro de los fallos del mercado, esencialmente de mercados paralelos de toda naturaleza.

En países con debilidad institucional y gobernanza “populista-iliberal” la gente asocia su estado de bienestar con la acción gubernamental, espera que el gobierno y hasta el mismo presidente sean quienes resuelvan todos sus problemas, la gente piensa “Ojalá el Gobierno controle los precios”, “los comerciantes son especuladores”, “se hace cola pero el tiempo pasa rapidito y llega el momento que a uno le toca, ay!! si no fuera por mi Presidente”, “con equipa tu casa se pasa trabajo en colas, pero es un regalo”. No hay sentido de responsabilidad hacia sí mismo, se aguarda que el Gobierno lo resuelva todo, la gente no identifica el origen los males públicos con la acción gubernamental.

La idea de unos recursos ilimitados llevó a los políticos y a los economistas a la hipótesis de que era posible liberarse del principio de la escasez, que no se tenía que ser muy cuidadoso en el uso de los recursos materiales y financieros ni evitar despilfarros, sino lograr, como fuere, su utilización para mantener a todos felices librados de la escasez. De esta manera cuando el individuo interpreta a los males públicos como algo externo e incontrolable, también se libra de toda responsabilidad hacia sí mismo. No obstante, nadie está absolutamente desprovisto de recursos y competencias y tampoco su contexto externo cercano está pleno únicamente de amenazas. Es importante ubicarse estratégicamente en lo que se posee y en las oportunidades del entorno cercano para promover la acción pública desde el propio ecosistema local y regional.

Hemos recreado un sistema que, en virtud de la gran magnitud de recursos que llegaron a manejar los gobiernos, tuvo sus efectos positivos en grandes obras civiles, infraestructura física y empresas nacionales con apariencia global, pero difícilmente sostenibles sin una renta excedente, creciente e infinita derivada del petróleo.

Los venezolanos han estado tan abrumados y acostumbrados al centralismo que, aun cuando en cada región haya universidades, emprendedores, instituciones y un conocimiento decisivo de sí, siempre se busca fuera de lo local la voz experta que diga lo que quieren escuchar, mas no las verdades sobre el esfuerzo y el compromiso necesario para tener éxito. Regionalmente hemos dejado a un lado la localidad de nuestra tragedia y de sus soluciones, escuchando historias conocidas sobre lo nacional y muy poco sobre lo provincial. En las diferentes regiones, la descapitalización de la industria inducida por las regulaciones arbitrarias es atroz. A la destrucción de la base productiva industrial por obsolescencia se suman los causados al talento humano y a los intangibles organizacionales.

A modo de ejemplo, Carabobo industrial en gran medida se hizo en los sesenta con su Universidad de Carabobo en alianza con el Concejo Municipal de Valencia, unos emprendedores pioneros y unas empresas transnacionales que creyeron en este estado y su visión. Un segundo impulso industrial se vivió entre finales de los ochenta y mediados de los noventa. Las buenas prácticas de manufactura, de incentivos al conocimiento, de bonificación por desempeño y de la calidad total, permitieron que muchas empresas exportaran, incluso hacia mercados exigentes como el japonés. Fue un buen momento para el grupo Sivensa, el grupo Corimon y Mavesa, hubo empresas cuyas acciones se transaban en las bolsas de valores internacionales. No buscaron apoyo mediático en la capital, ni de expertos en decir lo que se quiere escuchar, se hizo con iniciativa local, se creó un “Know How” de servicios de consultoría, capacitación y formación profesional, en manufactura, procesos, administración, gerencia con prestigio en América Latina como FUNSEIN (https://bit.ly/39vEBbp), FUNDAMETAL (https://bit.ly/2ZYpbcC), CEATE (https://bit.ly/39u8Uz3) y UNITEC (Universidad Tecnológica del Centro – https://bit.ly/3jS4wPo).

 

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