Desde el populismo hacia una gobernanza iliberal

Desde el 2019, hay evidentes signos de un cambio hacia un modelo político-económico iliberal de estabilización. Una gobernanza que se asienta sobre una “dolarización” imperfecta, una contención de la oferta monetaria (emisión de dinero y financiamiento bancario), una privatización parcial mediante la cesión del control económico de empresas expropiadas y una liberación del tiempo de trabajo de los funcionarios públicos para que realicen actividades que les permitan compensar su empobrecimiento atroz. Solo resta el paulatino ajuste de precios y tarifas de los servicios públicos. Es un estilo próximo de los modelos autoritarios de Turquía y Hungría.

La tergiversación deliberada de la realidad y los fallos del discurso económico en Venezuela

Nos hemos habituado en la esfera de lo político a la manipulación tendenciosa del contexto de los hechos, recreando ruidos que se añaden a los sesgos de interpretación e incitan un desorden inmanejable para el planteamiento de una narrativa compartida de país que fortalezca una auténtica democracia deliberativa. Ahora ese discurso se extiende de forma riesgosa hacia la interpretación de los fenómenos económicos, con motivo de la liviana recuperación económica, de la contención de la emisión irresponsable de dinero, de la caída de la expansión secundaria de dinero y de la desaceleración del deterioro del tipo de cambio. Se multiplica la crítica sin fundamento y se ignora la obligación de presentar una alternativa.

La realidad acerca de la sobrevaloración del tipo de cambio.

Entre 1948 y 1974, cada período gubernamental se caracterizó por la subvaloración del tipo de cambio, fue de esa manera porque no era posible la emisión de dinero más allá de la variación de las reservas internacionales netas (RIN), salvo que se revaluara la moneda. Fueron tiempos en los cuales prácticamente se mantuvo el tipo de cambio.

El fenómeno de la sobrevaloración se inicia, a partir de 1974, con la práctica de la emisión irresponsable de dinero más allá del respaldo que ofrece la acumulación de RIN y el sostenimiento de un tipo de cambio fijo.

La cuestión es si en las ocasiones en las cuales el tipo de cambio estaba subvalorado, hubo aliciente para invertir, y si, cuando estaba sobrevalorado, se desestimuló la inversión. La realidad mostrada por los datos refuta esa tesis pues el crecimiento del producto interno bruto (PIB) no mostró una correlación y un coeficiente de determinación suficientemente significativos para sostener la tesis enunciada.

Las razones de las anomalías de interpretación macroeconómica hay que buscarlas en la economía de la conducta y la economía institucional, es decir en la microeconomía de la evaluación del impacto regulatorio de la política económica. La interpretación de los fenómenos económicos debe incluir los temas de los alicientes perversos, del manejo de información privilegiada y del ejercicio de poder discrecional en favor de los intereses de quienes ejercen gobierno y sus aliados de ocasión y en contra del interés general.

La descomposición social y la debilidad institucional

Uno de los grandes sucesos de los últimos tiempos ha sido la mundialización de las comunicaciones, este fenómeno ha ejercido un rol importante en el desarrollo de los conflictos del mundo, el cual guarda más relación con la crisis de la democracia liberal, la descomposición social y en conflicto económico entre potencias, que con un enfrentamiento ideológico o religioso. Es un error plantearse el tema en términos del advenimiento o consolidación de modelos con fundamentos ideológicos, pues lo que observamos es una crisis de la democracia que va desde la pérdida de confianza en las élites, en países con fortaleza institucional, hasta la descomposición social en países con debilidad institucional.

En nuestros países latinoamericanos, carentes de institucionalidad, el resultado de la descomposición social es el advenimiento del populismo, y ahora, con el “iliberalismo”. La cuestión es cómo lograr una democracia más justa e inclusiva, para ello es necesario responder a la cuestión del cómo podemos recrear una condición en la que los excluidos, puedan valerse por sí mismos, frente a la atractiva propuesta populista de la compra de conciencia a través de dádivas o peor, frente a la anarquía de un estado fallido y violento.

La pereza intelectual ha hecho creer que la realidad puede explicarse a través de constructos o modelos teóricos de otros tiempos, de otras historias. De este modo se tergiversa la realidad para que se parezca a las pulsiones de cada uno. Pero, todo lo contrario, el abordaje de lo que acontece tiene que ser por la vía de aproximaciones teóricas de la realidad, con base en tanteos, tipo ensayo y error. Es a partir de hipótesis y refutaciones que se construyen los modelos y se resuelven problemas.

Gobernar es una tarea compleja, pues la mala y la buena información se han hecho masivas por la vía de las redes sociales con efectos que comprometen la efectividad y la confianza en el ejercicio de la democracia. Al respecto, hay tres consideraciones importantes: 

Primero, la mundialización de las comunicaciones ha permitido que la gente tome conciencia de la condición relativa de su estado en comparación con el de otras latitudes. Las comparaciones lejanas tienen un efecto magnificador de las diferencias, hay una tendencia a ver, lo distante mejor de lo que realmente es y, de manera asimétrica, ver lo cercano como peor.

Segundo, el ciudadano, cuando participa en elecciones, siente que las decisiones que toman quienes los representan, son distantes de sus problemas.

Tercero, los ciudadanos, de los más remotos lugares, localmente en sus acciones pueden tener un alcance mundial, por ejemplo, el conflicto sirio tiene repercusiones que van más allá de su ámbito conflictivo.

Cuarto, el descontento en relación con la democracia liberal es crítico en todas partes.

Quienes poseen poder e influencia mediática pueden elaborar argumentos para promocionar lo que desean como realidad en lugar de ofrecer evidencias sobre lo que consideran como hipótesis de la misma, esto dificulta el logro de acuerdos sólidamente fundados, pues lo que se busca es imponer una verdad y no su validación, ese ejercicio abusivo de poder encuentra un terreno propicio, en una nueva cultura de masas donde destacan dos circunstancias:

Primero, el “simplismo” lógico con el cual la gente rodea, de aparente racionalidad sus decisiones, de modo que su deseo como realidad guarde consistencia aun siendo falsa.

Segundo, el imaginario del comportamiento humano consistente en endosar a otros sus responsabilidades, en atribuir los males públicos a supuestos complots.

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