La unión como condición necesaria para el cambio democrático y alternativa a la polarización política

En Venezuela, la enseñanza importante de los procesos electorales es el mandato del silencio de la gente, sobre la necesidad de la reconciliación, de la unidad y de la voluntad de cambio. La desconfianza y la ausencia de cooperación conduce a una pérdida mayor para todos, sólo bajo el acuerdo será posible el éxito. La polarización como cultura política conduce a desastres mayores.

Cuando las fuerzas democráticas se han movilizado bajo un solo propósito han ganado de manera concluyente, pero siempre se han encontrado en en una situación de precariedad política para ejercer sus funciones. Pero, ¿Cuál es su desafío más importante?, ¿Por qué no ha existido una hoja de ruta de resistencia pacífica activa?, ¿Qué podemos hacer para superar esas debilidades?

Una de las razones por la cual existe una dispersión de esfuerzos es porque cada uno tiene una agenda propia que concibe como la mejor para el país y a la que no está dispuesto a renunciar. Cada uno cree de modo alegre que, siguiendo sus propios intereses, puede llegar como primera opción en cualquier elección, para llenar el espacio de un régimen que no necesita mucha ayuda para ser desplazado.

Si analizamos el discurso de los expertos, de los actores sociales importantes, de los políticos y de los partidos en Venezuela, podríamos concluir que estamos en presencia de una situación en la que las actitudes interesadas y la búsqueda del mayor provecho particular, conducen a un resultado desastroso para el fortalecimiento institucional del país, para los mismos particulares, para el político y para su partido.

Debemos tener el convencimiento y tomar conciencia de que en política los comportamientos fundados en la unión son los que convienen mejor a los intereses de una sociedad estable y pacífica. El logro de la restitución de la democracia dependerá de que se potencie la unión, es lo que deseamos ahora cuando estamos en la encrucijada de la ley de la selva y un mundo mejor.

Los comportamientos interesados son ingenuamente optimistas en el caso Venezuela, porque la superación de los males públicos pasa por un acuerdo donde se privilegie de manera transparente un proyecto de país y no la promoción de agendas particulares para el aprovechamiento futuro de un mundo supuestamente mejor. Es necesario que asumamos responsablemente:

Primero, que los intereses particulares y los partidistas sean subsidiarios de un proyecto de país con poderes públicos independientes, autónomos y legítimos, y de un poder ejecutivo alternativo y no perpetuo en el tiempo.

Segundo, que las políticas económicas, reglas, providencias, reglamentos y leyes se simplifiquen y sean promulgadas toda vez que sujetos a evaluación de impacto no den lugar a comportamientos interesados, poder discrecional y asimetrías de información que sirvan a los intereses de particulares y de gobernantes en detrimento del espíritu de la norma, es decir de los intereses de la nación.

Tercero, que la política pública sea cuidadosa de no pervertir el buen comportamiento social cuando éste existe. Las dádivas, con propósito demagógico, erosionan el comportamiento cívico, cuando recrean en el individuo una cultura que desplaza su cotidiano buen comportamiento ciudadano, por uno donde solo lo hace si recibe un pago a cambio.

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