El sensacionalismo que rodea las dificultades financieras de PDVSA hace olvidar, en una Venezuela dominada por los impulsos de las emociones y las angustias de la crisis, a los factores coyunturales (2017) y los estructurales (más allá del 2017), sobre un futuro bien difícil, donde la industria petrolera estará bajo la impronta de los intereses de China. Lo favorable es que, de ser así, habrá un remozamiento organizacional, tecnológico y, más allá de todo, un aumento lento de la capacidad de producción y refinación petrolera. Claro sin muchas aspiraciones de que el país pueda disponer de una extracción renta petrolera para dilapidar en demagogia populista. Es el único signo de fragilidad del populismo venezolano.
Categorías:Análisis de Entorno
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