La economía como disciplina fundamental en la interpretación y solución de los males sociales (segunda parte)

Entre el declive moral y la necesaria estabilización

La economía entendida como disciplina para el bien común deambula entre lo normativo del comportamiento de los individuos en términos de propósitos de justicia social, y lo positivo, en términos específicos de conducta humana sobre la racionalidad de la manera como los individuos forman sus juicios y toman decisiones.

Venezuela muestra los signos de un declive institucional acelerado, 36 años con una inflación de más de dos dígitos, más de 2 decenios de demolición de su infraestructura física y un estado endémico de “descapitalización” moral, son los eventos que constituyen la realidad inocultable del deterioro económico y social. Esos males pueden propagarse de modo irreversible, pues la geopolítica del mundo ya no está en manos de los países llamados potencia con poder de influencia global, está indisolublemente vinculada con realidades de la debilidad institucional en las zonas más conflictivas del mundo.

El mundo contemporáneo responde a una lógica compleja donde los estados aparecen con un rol disminuido frente a la autonomía de actores cada vez más activos con dinámica propia local e impacto mundial. Es un desafío para la democracia enfrentar una realidad sometida a esos actores locales con poder e influencia. Son actores que tienen poder para administrar sus intereses en un contexto mundial, desde un escenario local y se benefician de las ventajas derivadas de las creencias, la economía, el estado, la mundialización y lo sagrado.

Es el teatro de circunstancias donde se impone una correlación de fuerzas internas, que por voluntad propia -más que por imposición de esas potencias- favorece la descomposición económica, institucional y moral de los países frágiles. Es la presencia de la connivencia de intereses que para nada tienen que ver con la ideología, pero bastante con la mercantilización de todos los aspectos de la civilidad de un país..

Cuando la gente, sin estar en una condición de guerra, huye en masa de su país, cuando se observa el desconsuelo y la tristeza en la faz de la gente que estando sana puede fallecer de manera súbita, que cualquiera puede morir por contaminación hospitalaria de modo sufrido y extenso por una cronicidad simple uno se imagina un lugar precario de escasez de recursos naturales, materiales y financieros.

No obstante, nos encontramos en uno de los espacios mejor dotados por la naturaleza, en un país con gente trabajadora, con maestros y profesores, con profesionales competentes y calificados en vías de extinción, pero activos. Es la presencia del contraste entre la opulencia de modernos centros comerciales, y también, de emprendedores que con base en la frugalidad tienen ingenio para sobreponerse a la asfixia regulatoria gubernamental.

Ante el sufrimiento el ser humano busca explicaciones: “¿Por qué me pasa a mí?”, la respuesta conduce casi ineluctablemente a la búsqueda de un culpable, real o imaginario, de un complot que puede ser verdadero o falso. La red internet, las comunicaciones, los medios dan fuerza y permiten que ese imaginario, con algo de simplismo lógico, transforme a la política, a la ideología, a la religión, en prósperos emprendimientos del crimen organizado o en medios para hacer dinero.

Lo que en un entorno democrático deliberativo daría lugar a diálogos y acuerdos transparentes, a fuerza de posverdades y posfactualidad recrea un aborrecimiento al acuerdo abierto y cede sus espacios de encuentro a “pactos” entre adversarios que tienen más características de la política como emprendimiento que como resultado de una convergencia ideológicamente fundada o de una búsqueda de consenso bajo criterios de deliberación democrática

Bajo la abundancia, los espacios de paz se multiplican y se reproducen, es más fácil compartir alimentos cuando sobran que cuando son escasos y comprometen la supervivencia. En el mundo los estados extremos de la economía son cosas superadas del pasado, hasta las mismas dictaduras y gobiernos totalitarios se han perpetuado sin tanta malevolencia. Es urgente estabilizar la economía venezolana pues existe la posibilidad de caer en una condición de postración permanente e irreversible. Es un desafío para la democracia enfrentar una realidad que forzosamente estará sujeta a acuerdos con los actores locales con poder e influencia. 

Para países con debilidad institucional hay tres opciones la tunecina, la iraquí y la siria. La tunecina se construyó sobre la base de un proyecto de consenso entre los factores democráticos con rasgos predominantemente fundados en la democracia “liberal – deliberativa”, ha sido el proceso que se condujo de la mano del “Cuarteto Nacional de Diálogo en Túnez conformado por el Sindicato General de Trabajo de Túnez (UGTT), la Confederación de Industria, Comercio y Artesanías (UTICA), la Liga de Derechos Humanos de Túnez (LTDH) y la Orden de Abogados de Túnez”. Ha sido el proceso de reinstitucionalización menos oneroso de los tiempos de los conflictos híbridos no convencionales.

La iraquí cuyo precio ha sido bien alto luego de 44 años de guerras, embargos y terror con un país completamente en ruina, 2,5 millones de desplazados y una condición de paz precaria se está avizorando la esperanza de un proceso integral de reforma y desarrollo democrático, con la ayuda internacional y del sector privado. Las necesidades de reconstrucción ascienden a unos 80.000 millones de dólares.

Y el peor de los caminos: el sirio. Quizás la impopularidad de Bashar al-Ásad recreó una ilusión de inmediatismo por parte de los opositores que terminaron fragmentados y en ocasiones enfrentados entre sí con una mayor ferocidad que la de cada uno de ellos frente al adversario mayor que es el régimen. Ha sido una devastación con un costo extremo para la población civil más vulnerable y pobre del país.

Interpretaciones simplistas e imaginario local con impacto mundial

Las interpretaciones simplistas tienen hoy en día un impacto más allá de lo marginal, son los terrenos fértiles que permiten a los emprendedores de la ideología, de la política, de la economía,…, de lo social, jugar con las emociones y extraer rentas comprometiendo socialmente a un país. Todos estos eventos poco visibles de la experiencia cotidiana influyen mucho más de lo que uno puede imaginar. Una buena intención de política pública mal diseñada además de la posibilidad de crear incentivos perversos, puede transmutar un comportamiento cívico fundado en la moral por otro contaminado de los efectos nocivos de la mercantilización de la conducta humana. Estos son dominios en los cuales la responsabilidad moral de los actores con poder e influencia local son decisivos en el logro de un consenso para el restablecimiento de la democracia y de la reconstrucción económica del país.

Por lo general, en microeconomía se tiene la idea de que las personas actúan racionalmente, calculando las consecuencias de sus decisiones y corrigiéndolas a partir de su propio interés, suponiendo que poseen la información necesaria y certera para actuar. Pero en la cotidianidad, la gente además de hacer cálculos toma en consideración los afectos, las creencias, …, los valores.

La forma como inciden las emociones en las decisiones del individuo induce correcciones que pueden tener consecuencias indeseadas para la sociedad y para sí mismo. Estas son las condiciones que permiten al manipulador la utilización de las emociones para estimular comportamientos perversos. Estas circunstancias hacen pensar que, a pesar de la complejidad, las actuaciones irracionales del ser humano pueden ser anticipadas. Es el rol crucial del discurso previo moral, antes de tomar decisiones críticas, recordando los fundamentos éticos, los religiosos, los valores, es decir, los códigos morales, ante la posible falla.

El aprovechamiento de lo emocional por parte de los nuevos emprendedores de la ideología, de la política…, de la economía, …, del crimen organizado emergente tienen hoy un impacto importante en la trama de los conflictos locales y mundiales. El impulso de las emociones se activa cuando la realidad que percibimos, imaginamos o reconocemos, deja de corresponder y coincidir con nuestras expectativas y preferencias actuales. Esa activación en un contexto de sufrimiento propende a una actuación fuera de la razón donde se desplaza el sentido de la responsabilidad, con o sin justificación, hacia otro en búsqueda de un culpable. Para todo humillado, dominado, excluido, pobre o miserable, su referencia trasciende el ámbito de la visión local, pues su realidad abarca en términos de entorno sensible a todo el mundo, es una exposición a un dolor mayor entre su sufrimiento y a la opulencia de los demás del extremo más rico del mundo.

Las asimetrías de información, la «infoxicación» y el poder mediático hacen que las mayorías sean presas fáciles para la manipulación de la conducta a través de las emociones. Es el aprovechamiento tergiversado de las tradiciones, de las creencias, de la condición moral, de lo sagrado para las personas. Este aprovechamiento puede servir para perpetuar la ignorancia y subyugar a las gentes haciéndoles creer que no pueden decidir, ni valerse por sí mismos, asumiendo cursos de acción que les someten más en su estado de miseria.

Infografía: emociones y miserias bajo el populismo autoritario

  • Justicia Social: Plano normativo
  • Racionalidad limitada: Plano positivo

2 comentarios sobre “La economía como disciplina fundamental en la interpretación y solución de los males sociales (segunda parte)


  1. Nunca como ahora había sido más peligroso ese estribillo reciente de la Neuropolítica de «emocionar para convencer»; sobre todo porque nunca como ahora se había requerido más serenidad, más reflexión y menos la levedad de la pasión. Advierto que en momentos como estos cualquier mago de la Neuropolítica puede» emocionarnos con ese slogan» y convencernos de recurrir a las emociones para convencer al 80% de los venezolanos que nos oponemos a Maduro a movilizarnos para acabar con esto. ¡Pero cuidado! Cuando examinamos los fundamentos de la política desde el ángulo de las emociones las cosas no resultan tan fáciles como no los indica el marketing de la Neuropolítica. Y los datos más incontrovertibles a este respecto son los datos históricos, por ejemplo, no han habido movimientos políticos más emotivos que el fascismo y el nazismo, cuyo fundamento emocional fue precisamente la ira; o que el comunismo, cuyo movimiento político se desliza frenéticamente por la guillotina ensangrentada del odio de clases; o peor aún, que el talibanismo, el Estado islámico y todas las formas de terrorismo, que basan su convencimiento en el uso de otra emoción básica: el terror, es decir, la exacerbación del miedo. En fin, movimientos emocionales que no sólo acabaron con sus adversarios, sino que acabaron con la política misma. De modo que no hay dudas de que las emociones son un resorte eficaz para el ejercicio volutivo, tal como lo sostiene la Neuropolítica, pero, si aceptamos que la política es acción dialógica, es persuasión, serenidad y consenso, entonces esta máxima de la Neuropolítica se vuelve falaz en el campo de la política. Y ello es así, porque en realidad la política, más que fundamentarse en las emociones se basa en su control. Por eso la política nació como una frónesis, como la práctica de control de las emociones, esto es: como la práctica de las virtudes; porque las virtudes son precisamente las formas de control de las pasiones, de las emociones. De aquí que los griegos de la antigüedad clásica, quienes inventaron la política, le llamaran el ejercicio de la areté. Y en este sentido la política es, por ejemplo, la práctica del coraje cívico, una virtud que se orienta al control de los dos extremos emocionales del miedo: tanto de la cobardía como de la temeridad. Así como lo es también la práctica de la prudencia, o lo que los griegos llamaron virtud dianoética; pero lo es además de la práctica de la templanza, la virtud que nos libera de la intemperancia, es decir, de una emoción que nos ciega de la sensatez, de la moderación ( por cierto, muy necesaria en este momento). En fin, debemos tener cuidado con ese estribillo de la Neuropolítica. La política no es un producto de marketing sino de saberes muchísimo más complejos y profundos como la Ética, la Retórica, la Ontología; y de la Estética, a decir de Castoriadi.
    Frank Oswaldo López R

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