Hay una discusión en los diferentes “think tanks” en nuestra región carabobeña, es: ¿Cómo llegarle a la mayoría de los excluidos del país? es un sujeto de discusión clave para resolver la actual crisis que vive el país. En los círculos intelectuales aparece con relativa claridad que estamos frente a una crisis existencial de la “democracia liberal”, pues hay una separación entre las aspiraciones de los excluidos y las propuestas convencionales, hasta ahora no existe algo diferente y mejor al populismo.
Evidentemente no hay promesa más seductora que ofrecer a quien vive en la penuria que las dádivas: te voy a regalar una casa, también la comida, la educación de tus hijos, tu salud. A la gente si uno le pregunta: ¿Eso soluciona tu problema?, la respuesta en nuestras palabras es: “no, pero resuelve, hay una posibilidad, así sea remota que, el premio de esa lotería me toque”, hay algo de verdad en la recordada declaración de la ministra Jacqueline Faría: “Así que vamos a disfrutar de esta cola sabrosa para el vivir viviendo (https://goo.gl/6fLG4l)”. Hay verdades amargas sobre el cómo los pobres son vistos como mercancía, como ignorantes incapaces de pensar, la siguiente frase es lapidaria: “El piso político nos lo da la gente pobre: ellos son los que votan por nosotros, por eso el discurso de la defensa de los pobres. Así que, los pobres tendrán que seguir siendo pobres, los necesitamos así, hasta que logremos hacer la transformación cultural, hasta que logremos hacer la transformación cultural. (https://goo.gl/IH3Wum)”. Otra célebre declaración: “Rodríguez: no es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser escuálidos (https://goo.gl/emxZz3)”.
Hace falta una estrategia frente a la pobreza sin populismo, ni demagogia. No poca gente gente comparte el mensaje reforzador del populismo, hace unos días en un foro, un comunicador social me recriminó: “su discurso académico está bien para el público de esta sala de reuniones, pero vaya y échele el cuento a un “pela bolas” en una cola, le dirá cómo “y cómo se come esa vaina”. Ciertamente tiene razón, no existe un relato atractivo que incline el pensamiento del excluido, hacia la lucha por su dignidad en términos de empoderamiento. En Venezuela, no es usual para el pobre, tampoco en sus comunidades, una motivación para la acción a partir de la fortaleza espiritual, política, social o económica para luchar por los cambios positivos de su condición existencial. Desconfían de sus propias capacidades para resolver su situación. Es nuestro reto encontrar ese relato, pero sin confundirlo con el lenguaje soez y palurdo del demagogo que, le cautiva supuestamente porque habla y se presenta como un pobre. Al populista no le conviene que los pobres salgan de su miseria, tomen conciencia de que pueden valerse por sí mismos y recuperen su dignidad, sin ponerle el precio de la mendicidad que, cambia votos por obsequios y limosnas.
En nuestro país se dice a menudo “hay que hablar el mismo idioma del pobre”, y se asume que, hacerlo es utilizar una “jerga soez propia de las cárceles”, esta aproximación puede ser falsa y más bien ser un signo de la incapacidad para comunicarse con el excluido que, de un problema del lenguaje en sí. Hay en nuestro medio mucha pereza intelectual, pues se confunden categorías del pensamiento como cultura popular, cultura de masas y cultura lumpen, como si fueran una misma cosa, peor se asume que comunicarse con un pobre, pasa por asumir un comportamiento a medio camino entre “la cultura de masas” y “la cultura lumpen”, y estas no son precisamente las que identifican a un excluido, eso le ofende y le caricaturiza.
Un auténtico apóstol de la lucha contra la pobreza, debería prepararse para poder comunicarse con los excluidos, con base en el rescate para los pobres de la confianza, del auto-fortalecimiento, del control, del poder propio, de la decisión propia, de una vida digna de acuerdo a sus verdaderos valores, de la capacidad para luchar por sus derechos. Es la genuina expansión de la libertad de escoger y de actuar. Significa aumentar la autoridad y el poder del individuo sobre los recursos y las decisiones que afectan a su vida. No por la castración de su humanidad a cambio de promesas cargadas de demagogia y mucho menos por medio de la burla de su condición con el uso de una jerga de hampones y vistiendo como un andrajoso cuando no se es.
Categorías:Política, Sociología
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