Hace falta una narrativa con sentido de propósito orientada hacia la necesidad del reconocimiento de la aspiración de ser iguales en nuestra condición humana y que permita a la persona ser diferente en su singularidad. En la actualidad, estas carencias han escapado a la manera como se estudian los problemas y hacen inútiles las herramientas que nos ayudaron en el pasado para llevar una existencia esperanzada. Emociones, sentimientos y pasiones tienen que aparecer de forma explícita en el discurso político de las organizaciones y de la gente, de modo que ante la indiferencia social y el rechazo podamos alinear diversas motivaciones y comprendamos la importancia de nuestras complementariedades en un mundo diferente y mejor.