“En definitiva, tenemos gente con trabajo, pasando trabajo y mercados con abastecimiento, pero no tantos compradores y tenemos un sector productivo que apostó a la recuperación. Los problemas de corto plazo son la caída del poder adquisitivo, la salud fuera del alcance del presupuesto familiar y la mala alimentación. En el mediano y largo plazo se empezarán a sentir los efectos de la descapitalización del talento humano y de su formación.”
Ciertamente el país no se ha arreglado, pero ahora desde los mercados en las zonas populares hasta en las zonas residenciales de alto poder adquisitivo se observa un nutrido abastecimiento de bienes nacionales e importados, no es la imagen recordada de la búsqueda infructuosa, de la espera en colas, del costo inducido por la escasez. Ya la gente no pernocta para aprovisionarse lejos de su hogar a las puertas de los supermercados en cacería de algún “dato” sobre el lugar donde llegaran los despachos de bienes bajo riguroso control de precios. No es el cuadro anticipado de un colapso social con una mezcla de hambruna, violencia de todos contra todos, de un estallido social con saqueos y represión violenta.
La producción agrícola, con intermitencias lleva unos tres años y medio de crecimiento (3,17% anual) y se espera en este año una cosecha de maíz con más del 30% de aumento y otro tanto de arroz. El consumo per cápita de pollo fue 14,28 kg para el año 2020, está rondando 17,41 kg para este año, la producción mensual de cajas de huevos de 577.226 cajas del año 2017 se encuentra en este momento en unas 750.000 cajas (116 huevos per cápita). No se está validando ninguna hipótesis de mejora de la economía, en Colombia el consumo per cápita de pollo es de 36,5 kg y el de huevos es de 334 per cápita.
Desde el mes de octubre de 2021 hasta el presente, se han dado cambios importantes en la política económica, una conversión monetaria con una elevación de los costos de transacción en notarias y registros han dejado a la mayoría de las empresas venezolanas fuera del financiamiento bancario, financiamiento que ya estaba en condiciones de precariedad por las regulaciones que pesan sobre el sector financiero a nivel de encaje legal.
El contexto de asfixia regulatoria que pesa sobre el sector productivo se agudiza este año con la voracidad tributaria de las alcaldías, la aparición del impuesto a las grandes transacciones financieras y el freno a la dolarización que limita las funciones bancarias a una simple custodia de dólares. Por estas razones, las finanzas de las empresas se encuentran comprometidas pues el período de cobro se alarga a 45 días y más, secando el capital de trabajo necesario para el pago de los gastos operacionales.
A la mala práctica regulatoria se agrega la creación irresponsable de dinero con un crecimiento promedio mensual de 18% sin poseer el respaldo necesario que con la contención de la dolarización y las dificultades de las empresas para superar la reducción de su capital de trabajo hace pensar que prevalecerán los inductores recesivos sobre los inflacionarios.
Las empresas sobrevivientes están planificando con base en recursos propios y sin intermediación financiera, con márgenes mínimos para reducir pérdidas por absorción de costos y gastos fijos. Es una estabilización marginal desde el sector productivo a “pulmón propio” contra todo pronóstico. A pesar de un escenario de débil recuperación comprometido por estos errores de política económica, aún se posee la fuerza inercial del impulso de una programación efectuada desde el último trimestre del año 2021 que a nivel del sector agroindustrial de pequeñas y medianas empresas tendrá sus efectos durante este segundo semestre.