En medio de la precariedad social, de la demolición de la infraestructura física, de la quiebra moral de la gente observamos:
Primero, una sociedad sobrecargada de información en las redes, afanada por la toma indiscriminada de imágenes, por divulgarlo todo mediante una escritura parca, por comunicar constantemente, urgida de inmediatez y gratificación momentánea, ansiosa de lucro y materialidad, pero sumida en su mayoría en una extrema precariedad existencial.
Segundo, unos administradores del estado con un inmenso apego por el poder y deseos de perpetuarse en su ejercicio que, luego de dilapidar las fuentes de renta de los recursos naturales, sin capacidad de endeudamiento externo ni posibilidad para continuar la emisión irresponsable de dinero solo les queda la alternativa de recurrir a los impuestos extrayendo los pocos recursos de quienes sobreviven y producen para calmar el hambre y la desocupación.