La conflictividad mal conducida políticamente
La conducción radical de la conflictividad política tiene efectos que amplifican los efectos negativos de la mala gobernanza económica en Venezuela. Hay un juego político perverso al asumir el criterio de unas condiciones previas que se deben alcanzar para lograr acuerdos para la suspensión de las sanciones que pesan sobre la economía, el alivio de la asfixia regulatoria y el cese de la emisión irresponsable de dinero, sin extracción de rentas a través de presión confiscatoria tributaria fiscal y parafiscal.
Las pequeñas y medianas empresas en Venezuela han sido el buen rostro de la recuperación económica de los últimos dos años. La “dolarización” parcial de la economía, el levantamiento imperfecto de los controles de precios y una relativa pérdida de influencia de los mercados negros facilitaron el repunte del 3% por año. En las PYMES, entre febrero de 2020 y julio de 2022 los ingresos de empleados y trabajadores se multiplicaron por seis. El precio y la exportación de petróleo mejoraron de manera importante y estable. Todo anunciaba un escenario de esperanza para el país. Ni siquiera el peor momento de impacto de la pandemia, de la crisis del sistema eléctrico y el desabastecimiento de combustible fueron obstáculos para la recuperación de las PYMES, desde la adversidad y sin intermediación bancaria.
Los procesos de manufactura y de producción agrícola son rígidos en lapsos que van de tres a seis meses, no se puede parar una planta industrial ni frenar la evolución de la siembra ni el levante y cría de animales de un día a otro, es el mundo de la economía real. Por el contrario, las actividades financieras lo hacen al instante, en tiempo real, es cuestión de quitar en los expendios el aviso sobre el estado del tipo de cambio oficial y sustituirlo por otro o de revisar en el “smartphone” la cotización en el mercado paralelo. Esto significa que los insumos, materias primas, partes y piezas para el mantenimiento tienen valores diferentes según su origen, según el momento y según se transen a tipo de cambio oficial o de mercado paralelo. Es decir, que los resultados de una empresa, con motivo de la inestabilidad del tipo de cambio y de la inflación, pueden ser desastrosos muy a pesar de hacerlo bien.
Toda esa complejidad de circunstancias hace más difusa la comprensión de la crisis, porque desde octubre de 2021 con la conversión monetaria, el impuesto a las grandes transacciones financieras, la intensificación de tributos parafiscales, el retroceso en la formalización de la “dolarización” y un comportamiento irresponsable de emisión de dinero y de su absorción en períodos semanales, hace perder la certeza del razonamiento y deja exhausto al sector productivo y en condiciones de postración a las familias.
Existe un “algo” más allá, de supuestos complots, que la cultura prevaleciente alienta como conductas circunstancialmente alineadas, que no obedecen a un plan preconcebido. Estamos en presencia de un contexto de connivencia de intereses con un todos contra todos. El panorama puede ensombrecerse más en un ambiente preelectoral donde los intereses de los particulares, de los “influencers” y de los grupos con poder político, sean gobierno u oposición, radicalizan sus posiciones jugando con algo tan importante como la economía. Continuar la demolición económica del país es un error, la necesidad de estabilizar la política monetaria, de liberar al mercado de la asfixia regulatoria y de lograr la suspensión de las sanciones internacionales no se puede diferir ni esperar por una democracia plena, deben acompañarla. Son factores de incertidumbre que de manera obligada deben superarse en este momento pues todo el peso de su costo recae esencialmente sobre los más vulnerables.
@fjcontre35