La agitación histórica del país ya mostraba sus signos desde la época de la entrega de Francisco de Miranda. Fue el resultado de diferencias ideológicas y políticas en la independencia de Venezuela. Los mantuanos, una élite criolla compuesta por terratenientes y comerciantes, buscaban mantener su estatus y privilegios que tenían bajo el dominio español. Miranda, por otro lado, era un militar y político venezolano que abogaba por la independencia y la creación de una república basada en principios liberales. Es un fallo reiterado de larga data, es el deseo poco claro de un resultado final sin la espera y el compromiso de realizar los cambios necesarios que requieren tiempo y dedicación para su desarrollo [1].
En tiempos más recientes, Venezuela evolucionó durante el siglo XX por la vía gradual de las reformas económicas y sociales. Los altibajos posteriores causaron una gran destrucción de los cimientos materiales y morales, llegando a un punto álgido cuando se intentaron visiones utópicas sin ningún plan concreto. En última instancia, esto condujo a la inestabilidad política: esa es la historia de las revoluciones.
Un breve momento de reformas graduales comenzó con el programa del 21 de febrero de 1936, del entonces presidente de Venezuela, General Eleazar López Contreras. Este ciclo se cierra con el golpe de Estado del 18 de octubre de 1945, al gobierno del presidente Isaías Medina Angarita. Fue la experiencia de un país libre, sin presos de consciencia ni perseguidos políticos y con avances económicos pocos vistos en el mundo. Es la breve historia de un tiempo de reformas.
Estamos, quizás al término, de una de las tantas fatuas revoluciones devastadoras que han asolado al país. El necesario discurso económico sobre esos trastornos es complejo y difícil. El socialismo del siglo XXI se presentó con una retórica ideológica y política inspirada en el marxismo, pero su práctica se parecía más a un ejercicio populista y autoritario. Se basaba en la extracción de rentas mediante la emisión irresponsable de dinero y la asfixia regulatoria [2].
Desde 1999, el gobierno se ha perpetuado haciendo creer a la gente que la inflación, la escasez, las colas y otros males sociales se deben a sus oponentes o a conspiraciones internacionales, en lugar de desacertadas políticas económicas y a regulaciones extremas.
Hay una incertidumbre social recreada de modo voluntario. Predomina en la comunidad de los expertos, entre las masas y en los medios, un enfoque fundado en la queja sobre el sufrimiento y en la desconfianza hacia todo (sea la misma gente o las instituciones). Es una interpretación que remite de nuevo al deseo de una revolución y cambio inmediato, sin una clara definición de relato de país como propuesta alternativa con sentido de propósito. Enfrentar la pobreza, exige liberar a la mayoría excluida del sometimiento y la extorsión mediante dádivas para la compra de conciencias.
El comportamiento populista también se observa en los factores democráticos. Es lo que se percibe cuando asumen que el progreso político, económico o social solo puede lograrse si se cumplan ciertas condiciones electorales previas. Son rasgos que poco la diferencian de la intolerancia en ejercicio del poder hacia quienes piensan diferente.
Durante estos últimos 23 años en nuestro país han proliferado diversas formas de regulaciones tendientes al control de las variables resultado, mediante fijación de precios, del tipo de cambio, del mercado laboral y de divisas. Pero, esos intentos de sometimiento de las variables, al no tratar las causas de fondo, empeoraron los orígenes de los desajustes económicos. La experiencia ha sido devastadora, los precios siguieron subiendo, los mercados negros florecieron, la producción se estancó y las reservas internacionales se agotaron. Todo ello provocó una grave escasez de suministros e hiperinflación.
Dejar las cosas como están, a la espera de otra revolución, de manera directa o velada, hará resurgir una vez más los males económicos y la presión tributaria con el sostenimiento del déficit presupuestario. En nuestra opinión, un ajuste que cumpla su objetivo de estabilización de precios, transparencia en la gestión del mercado de divisas [3], equilibrio fiscal y cese de la emisión irresponsable de dinero es una buena señal. Sería un paso importante para el advenimiento de otras reformas que resuelvan los problemas más allá del muy corto plazo. No puede haber demora en el inicio de un proceso de simplificación y optimización del marco regulatorio en función de la respuesta esperada del mercado. El diferimiento o la inacción, nos conducirá a la superación de la crisis luego de un largo tránsito doloroso y sufrido.
En nuestro país se ha ensayado sin éxito todo tipo de ajustes económicos. Siempre con una convocatoria a diferentes grupos que comparten intereses convergentes con los gobiernos de turno. Pero jamás con la debida representación del país como un todo, y mucho menos, para asumir una verdadera reforma económica e institucional. La esperanza objetiva descansa en el optimismo realista de la Venezuela de hoy, con todas sus limitaciones y defectos. La que ofrece oportunidades para avances graduales, desde la mejora de lo que existe y no a partir de su demolición sin sentido de propósito. Por supuesto, tenemos una Venezuela, descompuesta en lo económico, lo moral y lo social, que nos anima a buscar un mundo mejor. Debemos continuar esa exploración.
[1] No es el tema de este corto relato, pero en estas obras se puede explorar mejor el conflicto de intereses producto de una carencia de runa narrativa compartida y de un consenso amplio de lo que se quiere:
Bohórquez, C. (Ed.). (1996). El mundo de Miranda: Visiones y revisiones. Monte Ávila Editores. ISBN: 978-9800102460
Caballero, M. (2007). La oligarquía de Venezuela en el siglo XIX: Contribución al estudio de la historia de Venezuela. Biblioteca Ayacucho. ISBN: 978-9802764621
Langley, L. D. (1983). Miranda: El precursor radical. Ediciones de la Revista Nacional de Cultura. ISBN: 978-9803170120
Lynch, J. (2012). Miranda: El primer gran visionario de la emancipación americana. Ediciones Encuentro. ISBN: 978-8499202013
[2] “Se refiere a la imposición de un gran número de leyes, decretos, normas, y reglamentos confusos y contradictorios entre sí. Esa ausencia de transparencia y comprensión de la normativa conduce a la irresponsabilidad social y provoca un sentimiento de confusión y frustración, ya que los ciudadanos no pueden ejercer sus derechos y libertades. El resultado es un debilitamiento de la democracia, pues la gente es impedida para comprometerse e implicarse en los procesos políticos.” https://prosprev.com/2017/05/27/asfixia-regulatoria/
[3] “Es la propuesta de mecanismo que admita, a través del dólar, restituir el derecho económico de los venezolanos a poseer una unidad monetaria. Un medio que les permita expresar el valor de las cosas, poder comparar de modo transparente los precios de los bienes y servicios. Que cada uno pueda realizar sus transacciones y si desea reservar parte de su riqueza en forma de dinero a la espera de una mejor oportunidad sin riesgo de pérdida anticipada de valor por inflación.” https://prosprev.com/2022/08/31/la-dolarizacion-una-eleccion-moral-ante-el-desorden-monetario/
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