La revisión de la economía en los tiempos de la posfactualidad y la posverdad (segunda parte)

Interpretaciones simplistas e imaginario local

Una estrategia de uso corriente para la manipulación es lo que denominamos “simplismo lógico” que consiste en la presentación de argumentos con aparente consistencia lógica sustentada en evidencias no pertinentes o de dudoso origen. Es una manera de ofrecer interpretaciones de los hechos fundamentados en supuestos informales equivocados, sin justificación, frecuentemente provocados por deseos, imaginación, creencias infundadas y hasta augurios. El “simplismo lógico” es un absurdo y cuando se presenta de manera interesada es una manipulación, en todo caso una tergiversación de la realidad. Es una forma de esquivar a la confrontación reflexiva profunda cuya complejidad puede parecer menos sencilla, pero más cercana de un resultado libre de los prejuicios sesgados del manipulador.

Las interpretaciones simplistas tienen hoy en día un impacto bien importante en la trama de los eventos bajo la influencia de la cultura de la posfactualidad y de la posverdad. Verbigracia, la idea corriente en la fuerza laboral de que es necesario y posible extraer de forma permanente el máximo de rentas de una empresa supuestamente explotadora por la vía de los acuerdos laborales, con independencia del valor creado. Muchos acuerdos laborales “igualitarios” dan lugar a incentivos perversos que penalizan a los trabajadores con valores de laboriosidad al tener que cargar con el trabajo que sus otros compañeros dejan de hacer, amparados en cláusulas contractuales. El día 26 de mayo de 2018, el otorgamiento de la libertad del Señor Joshua Hold, provocó un estallido de interpretaciones en las redes sociales de si el presidente Trump había cambiado su estrategia con el caso venezolano, pues para muchos el dialogo o el sostenimiento de conversaciones con el régimen son temas tabúes calificados entre la traición y el colaboracionismo con el régimen. Es un claro ejemplo de cómo la anti política, lo circunstancial y la anarquía prevalece sobre lo estratégico en el restablecimiento de la democracia.

Son los terrenos fértiles que permiten a los emprendedores de la ideología, de la política, de la economía y de lo social, jugar con las emociones, comprometiendo socialmente a un país. Todos estos eventos poco visibles de la experiencia cotidiana influyen mucho más de lo que uno puede imaginar. Una política pública o una interpretación bien intencionada, pueden dar lugar a incentivos perversos y transmutar un comportamiento cívico fundado en la moral por otro contaminado de los efectos nocivos de la mercantilización de la conducta humana.

Emociones y racionalidad

En economía convencional se parte de la idea de que las personas actúan racionalmente calculando las consecuencias de sus decisiones y corrigiéndolas según de su propio interés, suponiendo que poseen la información necesaria y verdadera para actuar. Pero en la cotidianidad, la gente además de hacer cálculos toma en consideración los afectos, las creencias y los valores. Por otra parte, más allá de lo puramente individual, la forma como inciden las emociones sobre las decisiones en el individuo le induce a hacer correcciones que pueden tener un sesgo errado sobre la sociedad y sobre sí mismo. Por último, se hace presente la dimensión moral de la utilización de las emociones para inducir comportamientos interesados por parte de quien las manipula. Cuando las actuaciones irracionales del ser humano pueden ser anticipadas se hace necesaria una evaluación previa moral antes de tomar decisiones críticas.

El aprovechamiento de lo emocional por parte de los emprendedores de la ideología, de la política, de la economía y del crimen organizado emergente, tiene hoy un impacto importante en la trama de los conflictos locales y mundiales. El impulso de las emociones se activa cuando la realidad que percibimos, imaginamos o reconocemos, deja de corresponder y coincidir con nuestras expectativas y preferencias actuales. Esa activación en un contexto de sufrimiento propende a una actuación fuera de la razón donde se desplaza el sentido de la responsabilidad, con o sin justificación, hacia búsqueda de un causante. Para el humillado, dominado, excluido, pobre o miserable, su referencia trasciende el ámbito de la visión local, pues su realidad abarca en términos de entorno sensible a todo el mundo, es una exposición a un dolor mayor entre su sufrimiento y la opulencia de los demás del extremo más rico del mundo. Como es propio de la conducta humana, hace falta una explicación: “¿Por qué me pasa a mí?”, la respuesta conduce a la búsqueda de un culpable, real o imaginario o de un complot que puede ser verdadero o falso. La red internet, las comunicaciones y los medios fortalecen ese imaginario e inducen, con la ayuda de simplismo lógico, que se transforme a la política, a la ideología, a la religión, en prósperos emprendimientos del crimen organizado o en medios para hacer dinero.

Sesgos de la racionalidad en situaciones de crisis

Las asimetrías de información y el poder mediático hacen de las mayorías presas fáciles para la manipulación de la conducta a través de las emociones. Nos encontramos ante el aprovechamiento tergiversado de las tradiciones, de las creencias, de la condición moral, de lo sagrado para las personas. Este aprovechamiento puede servir para perpetuar la ignorancia y subyugar a las gentes haciéndoles creer que no pueden decidir, ni valerse por sí mismos, haciéndoles tomar cursos de acción que les someten más a su estado de infortunio.

Populismo y socialismo del siglo XXI en Venezuela

El populismo se apoya en la demagogia para perpetuarse en el poder. Para ello necesita del uso intensivo, asfixiante y mediático de la propaganda política y de la retórica estridente. La demagogia, encuentra un terreno fértil en sociedades con escasa cultura cívica y sensibles a la manipulación de sus miedos, prejuicios y esperanzas; de este modo la manipulación, de las creencias y de los códigos morales de la gente, provocan reacciones, en momentos decisivos, para ganar elecciones, para desarticular las estrategias de sus adversarios y para desplazar sus responsabilidades en la mala gestión pública hacia los demás actores políticos. En Venezuela, el socialismo del siglo XXI ha podido, mediante el control de los poderes públicos, construir toda una infraestructura jurídica para asegurarse de un mecanismo auto regulador que le refuerza en el poder, independientemente de la buena o mala gestión pública. Ese mecanismo es la fortaleza que se recrea a sí misma y que debilita a los adversarios políticos.

En Venezuela un caso que valida esta hipótesis es el fenómeno de la inflación, el gobierno ha apelado a un discurso en el cual le atribuye su origen a una supuesta guerra económica; según ese discurso los acaparadores y las empresas productoras afectan la oferta de bienes y servicios provocando escasez e inflación; pero son la emisión inorgánica de dinero, los controles de precios, los aumentos improductivos de los costos laborales y la asfixia regulatoria los que simultáneamente obstaculizan la actividad productiva y promueven mercados negros. La economía conductual anticipa que cuando a un sujeto se le hace difícil identificar la causa de su malestar, lo desplaza hacia el objeto o sujeto más cercano, así no sea la causa. Por ejemplo, quien va a un expendio de medicinas y no encuentra o no puede comprar lo que busca, su ira refleja se concentra en quien le atiende, así sea un simple empleado de la farmacia o con el productor de fármacos, pero difícilmente lo asociará con la propia política económica del gobierno.

El populismo, como sistema anti frágil [1], aparte de fortalecerse a partir de los males públicos, posee otra ventaja, las fuerzas democráticas al responder en los mismos términos, entran en contradicción con sus propios postulados en relación con las causas de la mala gestión pública. El deseo de resultados inmediatos hace perder la oportunidad para desarrollar una estrategia propia, también anti frágil.

El populismo crea su dispositivo anti frágil con un costo muy alto para el país, pues lo que le permite la perpetuidad en el poder, es el reverso de la otra cara de la moneda para las mayorías: la involución y la ruina de un país por muy bien dotado de recursos que sea. El populismo, al mismo tiempo que se fortalece y perpetua en el poder, fragiliza al país porque privando aparentemente a la gente de presiones y peligros, la empobrece y la esclaviza. La adopción de una estrategia reactiva frente al populismo ha significado muchos retrocesos para la democracia venezolana, las fuerzas democráticas en Venezuela luego de los errores cometidos, ni se auto analizaron, ni los incorporaron de manera positiva. En lugar de enriquecer su dispositivo estratégico, a partir del error, de buscar una explicación sobre las causas, mostraron incomodidad y actitud defensiva, asumieron el rol clásico de víctima de una conspiración o de una fuerza mayor.


[1] Anti fragilidad es una categoría desarrollada por el profesor Nassim Taleb, en su libro, Anti fragilidad: las cosas que se benefician del desorden. Hace referencia a los sistemas que aumentan en capacidad, resistencia o robustez como consecuencia de errores, defectos, ataques, o fracasos. Como Taleb explica en su libro, la anti fragilidad es fundamentalmente diferente de los conceptos de resiliencia (es decir, la capacidad de recuperarse de errores) y la robustez (esto es, la capacidad de resistir el fracaso). El concepto se ha aplicado en el análisis de riesgos. Hay cosas que crecen especialmente cuando se exponen al azar, al riesgo y a la volatilidad (como los emprendedores) y en una sociedad donde creemos que, al eliminar el riesgo, también eliminamos esa capacidad de respuesta que es en realidad el núcleo de progreso de cualquier época. Nassim Nicholas Taleb (2012). Antifragile: Things That Gain from Disorder. Random House. ISBN 9781400067824.

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