La necesidad de una visión alterna y complementaria para la Economía como disciplina en las Ciencias Sociales

Para tomar decisiones, la gente hace cálculos, evalúa el contexto, es influida por sus creencias y se orienta con base en principios morales y códigos éticos. Durante ese proceso el individuo hace correcciones a partir de sus emociones. Por otra parte, los avances tecnológicos como la minería de datos, la asociación, la agrupación y el análisis de texto permiten el uso de datos masivos de toda naturaleza. Es una bifurcación existencial en la cual un individuo, grupo o entes con los recursos de la inteligencia artificial, poder suficiente e intereses, influyen sobre las emociones que sirven a la gente para efectuar correcciones a la hora de decidir. Es el nuevo mundo de tergiversación deliberada de la realidad, de la relativización tendenciosa de la verdad y de rechazo a la presentación de evidencias de refutación o validación.
El aprovechamiento de lo emocional por parte de los emprendedores de la ideología, de la política, de la economía y del crimen organizado emergente, tiene hoy un impacto crucial en la trama de los conflictos locales y mundiales. El impulso de las emociones se activa cuando la realidad percibida, imaginada o reconocida, deja de corresponder y coincidir con las expectativas y preferencias del individuo. Esa activación en un contexto de sufrimiento motiva conductas fuera de la razón desplazando al sentido de responsabilidad, con o sin justificación, en búsqueda de un culpable.
Para el humillado, dominado, excluido, pobre o miserable, su realidad trasciende el ámbito de la visión local y abarca en términos de entorno sensible a todo el mundo, es una exposición al dolor mayor entre su sufrimiento y la opulencia del extremo más rico que se extiende mediáticamente al mundo. Como es propio de la conducta humana, hace falta una explicación: “¿Por qué me pasa a mí?”, la respuesta conduce casi ineluctablemente a la búsqueda de un culpable, real o imaginario, de un complot que puede ser verdadero o falso. La red internet, las comunicaciones y los medios fortalecen a ese imaginario y permiten con la ayuda de simplismo lógico, que se transforme a la política, a la ideología, a la religión, en prósperos negocios para los mercaderes de la desconfianza institucional.
La sofocante “infoxicación” hace de las mayorías presas fáciles para la manipulación de la conducta a través de las emociones. Es un aprovechamiento adulterado de las tradiciones, de las creencias, de la condición moral, de lo sagrado para perpetuar la ignorancia y subyugar a las multitudes haciéndoles creer que no pueden decidir, ni valerse por sí mismos, haciéndoles tomar cursos de acción que les someten más a su estado de miseria. Urge una revisión de los contenidos que guardan relación con la conducta de la gente de manera que las creencias, la moral, las emociones, la religión, el Estado y la economía no se desvíen de su esencia y pasen a servir de instrumento para la exclusión y el conflicto como prósperos negocios de las élites rentistas del populismo-iliberal.
En Venezuela es innegable la relación entre la emisión irresponsable de dinero y la inflación, luego del gobierno de Raul Leoni comienza el fenómeno de la inflación en Venezuela (promedio anualizado de superior a 3%), pasa a nivel de alta inflación luego del primer gobierno del Sr. Carlos Andrés Pérez (promedio anualizado superior a 5%), se convierte en galopante entre 1980 y 2014 (más de dos dígitos), y entra en fase de hiperinflación luego del 2015 (más de 100% por 3 años de manera consecutiva).
Durante 42 años en Venezuela se ha ensayado una multitud de variantes de política de ajuste de pagos internacionales desde controles de cambio, flotación sucia y libre, tipo de cambio fijo, ajustes con bandas, …, ninguna ha podido contrarrestar la arraigada cultura de la emisión irresponsable de dinero. La única manera de contención que resta es la “dolarización” plena. Pero, persiste la idea de utilizar la política monetaria y la política fiscal para propósitos diferentes a los de estabilización económica y de alivio de la tendencia inmanente de cualquier forma de economía a crear desigualdad de ingresos.
El buen funcionamiento del mercado corresponde a la economía institucional y a la microeconomía de manera que toda política pública esté libre de los efectos perversos del poder discrecional, del manejo interesado de información y de la extracción de rentas de quienes guardan relación con el estado. Esto corresponde a la optimización del marco regulatorio a través del análisis previo de impacto regulatorio y respuesta del mercado de cualquier propuesta de política económica.

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