El ocaso de la clase media venezolana: fuera del mercado automotriz

Un automóvil es en Venezuela un producto importante por variadas razones.

Los servicios de transporte público pueden calificarse insuficientes, además los que existen en lugar de ser bienes públicos son más bien una calamidad pública propagadores de inseguridad y de contaminación, desde acústica hasta ambiental propiamente dicha. El vehículo particular, ante la precariedad del transporte público y al alcance del poder de compra de la mayor parte de la clase media, fue el medio de satisfacción de la necesidad de trasladarse de un lugar a otro.

1. El costo de la gasolina sigue siendo prácticamente bajo en comparación con los precios internacionales. En América Latina para el año 2016, en promedio el litro de gasolina alcanzaba 1,23 $ USD, en Venezuela era de 6,00 bolívares (la de mayor precio), equivalentes a 0,60 $ USD al cambio oficial de la época y 0,01 $ USD al tipo de cambio del mercado paralelo (600 Bs./$ USD). A la fecha actual (diciembre 2022) la brecha se redujo, en América Latina el precio de la gasolina es de 0,79 $ USD por litro y en Venezuela es de 0,50 $ USD por litro.

2. La producción automotriz en Venezuela se mueve al ritmo del precio del petróleo y de la acumulación de reservas internacionales, durante 23 años del socialismo, el país en lo absoluto se liberó de la dependencia del petróleo, todo lo contrario, se hizo más dependiente.

Fuente: Banco Central de Venezuela y Cámara Automotriz de Venezuela

3. El vehículo también fue para la clase media venezolana un bien refugio de valor patrimonial, es lo que ocurrió luego de ser excluida del mercado inmobiliario por la pérdida de su poder adquisitivo y de las posibilidades de generar renta. Hoy en día, en presencia de una ligera recuperación de la economía, ha surgido una pequeña clase media de altos ingresos que ha impactado el segmento del mercado en el cual la posesión de un vehículo es símbolo de estatus social.

La debacle de la industria automotriz

Durante los últimos 23 años la dinámica política, social y económica del país ha estado bajo la huella del socialismo del siglo XXI. Podemos identificar cinco períodos en el comportamiento del mercado automotriz relacionando los precios del petróleo y las reservas internacionales netas: 1997-2003, 2004-2008, 2009-2013, 2014-2020 y 2020 a nuestros días.


Desde 1997 hasta el 2003, los precios del petróleo se mantienen con una ligera tendencia a la recuperación, en tanto que la venta de vehículos es inestable con tendencia a la baja, a nivel de reservas internacionales observamos un claro comportamiento de deterioro. El socialismo del siglo XXI nace en medio de la incertidumbre recreando desconfianza.

Entre el 2004 y el 2008, todo mejora, la recuperación del precio del petróleo desde su nivel más bajo -10,88 dólares por barril- alcanza los 90 $ USD por barril en el 2008, nada más que 718 % de incremento. Estuvimos en presencia de un verdadero boom económico con un gran impacto distributivo de la renta petrolera a través del gasto público, pero con poco efecto de ampliación de la base productiva del país. Venezuela se transforma en un enorme almacén para el tránsito de productos importados. Es un pueblo iluso que ratifica su decadencia cívica, pues confunde la transitoria alegría de un bienestar como algo permanente, ha comenzado la destrucción de la base productiva del país y crece la tendencia a importar todo y no producir nada. La obnubilación no deja espacio para la sensatez.

Desde el 2009 hasta diciembre del 2013, los precios del petróleo siguen aumentando, ahora a menor velocidad, pero la caída de las reservas internacionales y de las ventas de vehículos nos señalan el desborde de un modelo esencialmente asistencialista y distribuidor. Se necesitaría un aumento constante y cada vez mayor del precio del petróleo para el sostenimiento del modelo económico del socialismo del siglo XXI, algo realmente inviable.

Desde el 2014 a 2020, es el doloroso despertar de un país que dejó pasar un siglo de abundante renta petrolera sin asegurar la sostenibilidad de un desarrollo equilibrado para concluir en una miseria mayor que aquella con la cual inició su ilusión: escasez extrema, horas y horas en cola en búsqueda de las pocas cosas que ya no es posible producir. De ser el país de Latinoamérica con el mayor índice de venta de vehículos, entre los 15 más grandes, ha caído al último lugar.

Desde el 2021 a nuestros días, entre la flexibilización de los controles de precios, la permisión de una dolarización imperfecta, la evolución favorable del negocio petrolero y el ablandamiento parcial de las sanciones que pesan sobre el país, se dio un pequeño respiro a la economía que, gracias a la voluntad y perseverancia de quienes lideran de las pequeñas y medianas empresas manufactureras y agrícolas, permitió una mejora de la economía del país. Sin embargo, desde octubre de 2021 regresó la práctica de la asfixia regulatoria que limita el proceso de dolarización, se hizo presente la escalada de los costos de transacción con la implementación de un nuevo sistema de aranceles en notarías y registros, se creó un impuesto a las grandes transacciones financieras y arreció la voracidad fiscal en todas las instancias de gobierno.

El Plan de reactivación automotriz.

Para tener la esperanza de algún logro futuro debería existir un modelo de transición económica e institucional que permita responder claramente las siguientes interrogantes:

  • De dónde vendrán los recursos en divisas para la adquisición del componente importado:
    • Para el ensamblaje de los vehículos.
    • Para la fabricación del componente nacional de las piezas y partes que necesitan divisas, allí también aparece el fantasma del componente importado.
  • Dónde están los recursos necesarios para asegurar la puesta a punto de toda la cadena de valor del “clúster” automotriz, desde la extracción de hierro, la industria del acero, la metalurgia y la metalmecánica.
  • Cuáles son las pautas de recuperación de todo el conocimiento, cultura y destrezas laborales perdidas a lo largo de una inducción ideológica de lucha de clases y de incentivos laborales perversos adversos a la productividad.
  • Cómo asegurar flexibilidad y capacidad de respuesta en medio de una maraña de reglas, providencias, reglamentos y leyes que existen en el país.
  • Cómo lograr la confianza requerida para el funcionamiento del mercado con una retórica política de enfrentamientos e insultos sobre la base de la colonización de los poderes públicos.
  • Dónde está ese Plan de Reformas Económicas e Institucionales que vamos a ofrecer a los inversionistas, a los medios financieros y a los organismos internacionales de ayuda para disponer de un flujo de divisas que no poseemos.
  • Cómo va el Gobierno a reorganizar las cuentas presupuestarias para liberar recursos desde la configuración actual hacia una en apoyo a la reactivación, sin un déficit presupuestario abierto.
  • Cuáles serán las pautas de estabilización monetaria para evitar la destrucción de dinero orgánico y su emisión irresponsable.
  • Cuál será el esquema de ajuste de pagos internacionales y la política arancelaria óptima que evite la volatilidad del mercado de divisas y las importaciones no productivas mediante subvenciones indirectas del componente de costo importado.
  • Dónde está el plan de subsidios directos transitorios para paliar la crisis alimentaria y sanitaria del país.

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