Venezuela en MERCOSUR un socio incómodo en tiempos de gobernanza

mercosurLos tratados y los acuerdos de pertenencia a organizaciones internacionales, son claves para la mejora económica, política y social de las naciones. Muy importante para Venezuela, un país con un elevado componente importado de bienes y servicios de consumo final, de insumos, partes y piezas industriales. La idea histórica de los gobernantes, de un país inmensamente rico  a partir de la abundante dotación de recursos naturales, les hizo creer que lo económico podía ser soslayado pues todo se podía comprar en el exterior, pensaron que el problema de Venezuela no era como producir sino como repartir. Venezuela siempre ha sido un país difícil en materia de tratados económicos en América, tanto en lo económico como en lo político. La diplomacia del país se reduce a una estrategia de compra de apoyos circunstanciales a través del petróleo y de una retórica inflamada de contenidos ideológicos.

Durante los últimos diecisiete años el país ha visto su incipiente desarrollo manufacturero en un franco retroceso, la estrategia de asfixia regulatoria por parte del actual gobierno le coloca en gran desventaja ante cualquier país de América del Sur. Durante tres lustros la economía latinoamericana, incluida aquellas con las cuales Venezuela tiene afinidad ideológica, como Ecuador y Bolivia,  se han estabilizado y avanzado en términos económicos.

Nuestro país siempre tuvo la vulnerabilidad de un sector industrial, dependiente del paternalismo gubernamental y poco dado a iniciativas de creación de ventajas competitivas propias, independientes de los gobiernos de turno. Venezuela ha sido un país huérfano de diplomacia comercial para la competitividad, siempre ha dado más importancia a la perspectiva política que a una verdadera estrategia económica.

Con el llamado Socialismo del Siglo XXI, la industria nacional parece un niño que sufre maltrato familiar, se le ha bloqueado casi totalmente su capacidad para innovar y para agregar valor, su supervivencia está supeditada a esquemas arcaicos de controles de precios y regulaciones laborales que niegan cualquier posibilidad de competir con la industria de sus países vecinos, a ese pesado fardo de ineficiencias se le suma una supervivencia, sólo posible a través de la mendicidad cambiaria a la cual le somete el gobierno.

Ningún país en el mundo, en materia de política económica, reduce su participación como plataforma para la exportación de un modelo político. Los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, Canadá y Sudáfrica) han podido tener presencia económica porque su armonización no está sujeta a una supuesta ideología de promoción del socialismo, ni de nada que tenga relación con la ideología. En todos los foros donde participa Venezuela su discurso es difícil que supere una retórica ideológica, cargada de afirmaciones rimbombantes sin contenido práctico alguno.

El desenvolvimiento natural de MERCOSUR va en la dirección de una convergencia con la Alianza del Pacífico, que incluye a Colombia, Chile, Perú y México, con miras a acceder a los acuerdos Transpacífico, Transatlánticos de los Estados Unidos y con China. El centro del mundo es el Pacífico, ni Brasil, ni Argentina van a hipotecar su futuro con anacronismos ideológicos. El reto en MERCOSUR es hacer un deslinde de posiciones de negociación sobre la base de principios ideológicos, con los cuales se contaminó con la retórica discurso del Gobierno venezolano.

El tema de la suspensión de Venezuela es un asunto político que quizás guarde más relación con la necesidad de depurar institucionalmente a MERCOSUR, de aproximaciones con contenido político que, hacen difícil la convivencia entre las naciones, ahora no es el cómo alinear los intereses de MERCOSUR con el Socialismo del Siglo XXI, sino del cómo encauzar a Venezuela en la ruta de la armonía con los intereses de MERCOSUR. Son tiempos de gobernanza a partir de armonización de prácticas y políticas en las naciones del mundo, se agotó la estrategia de exportación de modelos ideológicos y de la imposición por la fuerza. Son tiempos del «softpower», de un reequilibrio a favor del poder sutil de la cultura y de las ideas como alternativa a la  coerción con base en  la acción militar, las presiones y los condicionamientos de naturaleza económica.

Malo para Venezuela el que se le suspenda en MERCOSUR. Las sanciones económicas como expulsiones, bloqueos hacia los estados fallidos, autoritarios y violadores de los derechos humanos, perjudican más a quienes sufren las consecuencias de esos gobiernos que, a su propia dirigencia responsable de todas las miserias. Sería mejor que  los organismos y las comunidades internacionales, desplegaran acciones que realmente afecten a quienes subyugan a la gente de sus países que adelantar medidas y la suspensiones, afectando más a los pobres que, a los autócratas y sus camarillas, quienes, al amparo de sus ventajas como extractores de rentas económicas y morales de sus pueblos, se pasean con los privilegios de la inmunidad diplomática y de sus derivados, en países libres rodeados de lujos que rayan en la insania.

Los estadistas del mundo libre conocen que los autócratas, sus familiares, sus colaboradores y sus cómplices, se pasean raudos en Key West en Florida, en Mendoza en el bosque de los Arrayanes, en Iguazú, en Punta del Este, en Ushuaia, en Recife, …, donde se desgarran vestiduras, aquí y afuera, desde suntuosas oficinas donde comparten plácidamente una existencia feliz sin remordimiento alguno. Son esos convidados incómodos quienes deben sufrir sanciones no la gente de sus países.

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