El populismo y la condición femenina

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Desde el primer mundo avanzado hasta la sociedad tribal más recóndita progresa el populismo como degeneración social, una de sus expresiones es el resurgimiento de la idea del confinamiento de la mujer a las tareas del hogar, a la obligación de ser portadoras de los dones de la eterna juventud, del cuido familiar y de los responsos teológicos como indulgencias para salvación de la familia en el más allá. Una división del trabajo que permitió la generación de un excedente económico y un avance científico tecnológico sobre los cuales se cimentó la civilización tal como la conocemos hoy. La contraparte fue la reducción de la mujer a una condición de explotación tan extrema, por lo cual, en los albores del patriarcado, se utilizó todo tipo de explicaciones morales, teológicas, culturales para justificar tamaño de barbarie, las mismas que se han aliviado parcialmente, las mismas que ahora enciende el populismo.

Se ha recreado una condición cultural donde el respeto hacia lo femenino se reconstruye a partir del sometimiento por la vía del poder o como mercancía transable que tiene precio. Es la definición de lo femenino vista a partir de las necesidades de otro, sea del hombre, de la sociedad o del régimen autoritario de turno, como aquellas expresiones grotescas de: «…esta noche te doy lo tuyo, prepárate!» (Chávez en Aló Presidente 14/02/2000) y «si vuelvo a casa y la cena no está lista, me subo por las paredes» (Trump 1994 con ABC News).

En nuestra Venezuela, esos modos de vida se han profundizado, el lenguaje soez como práctica de la ordinariez en el trato a la mujer es prueba de ello, es la aproximación de igualdad de género a partir de una semántica fundada en la fuerza y el atropello. Ceder la plaza, ofrecer la mano, mantener una conversación libre, afectuosa digna de lo humano, es tomado como motivo de escarnio, falta de virilidad y debilidad de carácter. Estamos en presencia de la igualdad a través de la masculinización de la condición femenina, lo cual aumenta la violencia de género, porque biológicamente somos diferentes y forzar la masculinización de la condición femenina es un hecho de fuerza para el sometimiento, para la sumisión.

Más de tres lustros de populismo en Venezuela han significado en los tres últimos años un empobrecimiento brutal, las condiciones económicas y sociales de Venezuela hacen más difícil la situación de la mujer. Una cultura machista al desamparo de las mínimas condiciones del manejo de la concepción, por falta de asistencia sanitaria, hace más precaria la existencia de la mujer. La mujer venezolana de escasos recursos enfrenta en desventaja los problemas de la inseguridad, bajo su techo y fuera de su casa. Bajo miseria la brecha de la desigualdad de la mujer frente al hombre se multiplica, se hace atroz.

Un sentimiento arraigado es que, si se tiene éxito material y poder, se es digno de un respeto y se posee patente de corso para la discriminación, el atropello, donde la cultura es algo por lo cual se puede pagar como la entrada a un espectáculo, como trapito húmedo que limpia la cara. Hace falta moral y cívica, es necesario el posicionamiento de la virtud y de la buena educación de hogar.

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Economía, mitos, realidades y bienestar de la mujer venezolana

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