La anti-economía en Venezuela (IV): la nueva informalidad destructiva

Los efectos perversos del uso del término «bachaqueo» como categoría económica

En Venezuela se ha venido utilizando un nuevo vocablo: «el bachaqueo», para calificar las actividades que han proliferado con motivo de la escasez de bienes y servicios. El uso peyorativo de esa connotación conlleva los riesgos siguientes:

  1. Se convierte en una forma perversa que distrae a la gente del contenido del desorden económico que vive el país muy a tono con el estilo “iliberal-populista” de erosionar la confianza hacia quienes no comparten ese enfoque;
  2. Se transforma en un instrumento que contribuye con el odio social, el desorden y la anarquía. Es un argumento falaz del tipo ad-hóminen, que centra la atención del público atribuyendo la causa de la crisis de manera equivocada en la propia gente;
  3. Sirve a los responsables de las políticas públicas para eludir su mal desempeño, de modo que pueden seguir aprovechándose interesadamente de su investidura transitoria de poder y continuar extrayendo rentas de manera perversa. Las tensiones sociales que provocan los males públicos se diluyen de esta manera desviándolas hacia los supuestos responsables: «los bachaqueros».

El desvío de la atención de la gente desde la razón hacia los impulsos y las emociones son unos distractores que permiten arruinar la confianza en la política y en la democracia auténtica -sea liberal o deliberativa-, es la ruta de menor desgaste hacia el autoritarismo.

Origen de la confusión en el uso del término «bachaqueo».

Hay un línea difusa de la informalidad económica en su calificación como destructiva o creadora de valor social, esa complejidad está presente en la variante llamada “bachaqueo en Venezuela.
Según el consenso de la reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo (CIT) del 2002, la economía informal agrupa:

«todas las actividades que, en la legislación o la práctica, no recaen en el ámbito de mecanismos formales o estos son insuficientes. Estos parámetros se basan fundamentalmente en el concepto de exclusión, que se refiere a los trabajadores mayormente excluidos de los intercambios que se realizan en el sistema reconocido.» [1]

Entre las actividades informales nos encontramos unas particulares que surgen en economías sujetas a asfixia regulatoria y a precariedad democrática por ausencia de independencia, autonomía y legitimidad de los poderes públicos, se trata de los extractores de rentas que se aprovechan del poder discrecional, de los incentivos perversos y de las asimetrías de información derivados de la mala política pública, es una conceptualización más próxima de la escoria social denominada «lumpen», por Carlos Marx en su 18 Brumario de Luis Bonaparte. Vale la pena citar el texto original porque en nuestro país se interpreta esa categoría marxista de manera incorrecta:

«Bajo el pretexto de crear una sociedad de beneficencia, se organizó al lumpemproletariado de París en secciones secretas, cada una de ellas dirigida por agentes bonapartistas y un general bonapartista a la cabeza de todas. Junto a roués arruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda es masa informe, difusa y errante que los franceses llaman la bohème: con estos elementos, tan afines a él, formó Bonaparte la solera de la Sociedad del 10 de diciembre, «Sociedad de beneficencia» en cuanto que todos sus componentes sentían, al igual que Bonaparte, la necesidad de beneficiarse a costa de la nación trabajadora» (resaltado nuestro) [2]

Ese grupo social que Marx condenó de manera contundente por su conducta, la cual consistía en aprovecharse ventajosamente a costa de los demás, en la versión del Socialismo del Siglo XXI, «se reivindica bajo el argumento falaz de que es un desprecio tan grande al pueblo, la ceguera, arrogancia y miseria humana no les permite (a quienes piensan diferente) aceptar que con este proceso estamos personas de todos los estratos sociales» (resaltado nuestro). En otras palabras se recurre a la tergiversación conocida como «la falacia del alegato especial», pues se apela a la sensibilidad especial de un supuesto desprecio hacia la condición humana para que de manera implícita o explícita, se rechace el argumento válido y se acepte el adulterado. Detrás de la manipulación se esconde la aspiración populista de contar con el apoyo de todos, en independencia de la condición moral de la gente y a costa de lo que sea.

La informalidad destructiva.

De manera convencional se ha tenido a las actividades informales como un modo de vida al margen de las regulaciones gubernamentales, califican como informales quienes desempeñan tareas como las siguientes:

  • Vendedores ambulantes, en carritos y buhoneros.
  • Transporte cuya fuerza la constituye la tracción humana.
  • Conductores de minibuses y taxis.
  • Recolectores de basura.
  • Barberos y personas que trabajan en las calles.
  • Trabajadores informales en tiendas y talleres pequeños de reparación.
  • Gente que recicla chatarra.
  • Productores individuales o familiares que desde sus casas fabrican muebles y partes de metal; curten, cosen zapatos; tejen, tiñen y estampan telas; producen y bordan ropa; separan y venden ropa.
  • Mujeres que trabajan en sus hogares.
  • Trabajadores a domicilio, trabajadores eventuales en restaurantes y hoteles, conserjes subcontratados y guardias de seguridad, jornaleros en la construcción y la agricultura; trabajadores a destajo en talleres con condiciones laborales abusivas; asistentes temporales de oficina o personas subcontratadas que procesan datos a distancia.

Estas personas que realizan esas actividades son las que convencionalmente llamamos informales. Si se presta atención, todos ellos conocen su oficio y existen en todas partes con menor o mayor intensidad y son gente cuya actividad genera un bien o servicio real, no se trata de buscadores de oportunidades. Estas actividades son susceptibles de ser incorporadas al sector formal de la economía o poseer legitimidad e integración institucional en términos de sujetos de regulación.

Un país con una democracia deliberativa en proyecto, en proceso o consolidada permite a quienes están en estas condiciones mejorar su condición o poseer las oportunidades de empoderamiento social para asegurar su realización como personas y como ciudadanos cuyo desempeño agrega valor social. Gente que puede vivir como iguales, reconociendo la singularidad de cada cual. Es una ruta diferente a la del igualitarismo, se trata de que podamos vivir como iguales.

En Venezuela, la confusa calificación como “bachaqueros” de quienes poseen alguna condición informal impide la identificación de las formas realmente destructivas de valor económico o social que se derivan de la relación directa o indirecta con funcionarios, entes públicos corrompidos o con sujetos pertenecientes al hampa común u organizada. Este tipo de informalidad tiene su origen en la asfixia regulatoria, la escasez extrema de bienes y servicios, los estados de hiperinflación y la presencia de mercados negros.

Un primer nivel visible de la informalidad destructiva se manifiesta a través de:

  • Los gestores y cuidadores de colas en centros de abastecimiento cuando estos “oficios” se ejercen con violencia, agresiones y hasta atracos, que solo son posibles con algún tipo complicidad con funcionarios encargados de la seguridad pública.
  • Los gestores de escasez que poseen información privilegiada sobre la llegada de bienes sujetos a controles de precios y racionamiento, actividades que se convierten en una extracción de rentas que se traslada a través de los gestores de colas al común de la gente con la consiguiente destrucción de valor social.
  • Los gestores de aprovisionamiento discrecional con poder de decisión sobre la venta y distribución de bienes y servicios sujetos a regulaciones, también esta parte de la cadena incluye, a quienes poseen poder discrecional para administrar la supervisión de las regulaciones y de las sanciones.

Las formas visibles de la informalidad destructiva necesitan de unos niveles superiores o más elevados de poder político, pues en una economía sometida a asfixia regulatoria, a colas y a escasez, requiere la administración de otro tipo de gestores, cuya acción es más difusa pero con mayor extracción de rentas a nivel de otorgamiento de permisos, de certificaciones, de preferencias discrecionales, de aprobación de actividades comerciales de importación, más en un país profundamente dependiente cuya base productiva ha sufrido una involución desde hace más de 20 años.

InformaDest

La informalidad destructiva es un fenómeno socioeconómico que solo puede sobrevivir en presencia de controles y de poder discrecional arbitrarios de la economía, en ausencia de contrapoderes y en presencia de mercados negros. En el momento que la escasez desaparece, se estabiliza la economía, se sujeta la política económica a evaluación de impacto regulatorio, existe equilibrio y contrapesos en los poderes públicos, este fenómeno desaparece.

Archivo de audio.

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Nota:

[1] http://wiego.org/sites/wiego.org/files/publications/files/Chen-Informal-Economy-Definitions-WIEGO-WP1-Espanol.pdf

[2] Ver Capítulo V, cuarto párrafo, de “El 18 de brumario de Luis Bonaparte” de Karl Marx, en http://www.marxists.org

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